En la villa de Benafarces se pueden encontrar restos de cerámica romana, que indican la existencia de un asentamiento anterior.
De camino hacia tierras zamoranas, entre dos pueblos con unos impresionantes castillos como son Tiedra y Villalonso, en Zamora, nos topamos con esta localidad, pequeña pero con mucho encanto que, como cualquiera de la geografía vallisoletana, esconde un rico patrimonio y unas interesantes tradiciones. Su nombre posiblemente de procedencia árabe "Ben-a-Farajes" y sus calles quebradizas invitan a dar un paseo.
Al final, nos encontraremos con su edificio más representativo: la iglesia, de grandes proporciones y un acertado canon. Fue inaugurada en 1572 y sustituyó a otra dedicada a Santa María la Nueva, también iglesia parroquial. La iglesia Santa María la Nueva de Benafarces, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, se contruyó a lo largo del siglo XVI, de estilo renacentista, que lamentablemente sufrió, hace alrededor de 40 años, el derrumbe de su torre y de parte de su nave debido, posiblemente a las incesantes lluvias que reblandecieron el terreno e hicieron flojear los cimientos. Hoy se pueden ver parte de los muros que se cayeron, así como la enorme vidriera que cubre la pared que falta, la cual describe una conjunción entre modernismo y tradición. Puede visitarse contactando con el Ayuntamiento.
Sus fiestas se viven por partida doble, primero de forma particular en honor de San Isidro, el 15 de mayo, donde los labradores ofrecen un refresco al resto del pueblo, y por último el primer fin de semana de agosto con San Tirso como patrón, ofreciendo a los vecinos y veraneantes diferentes actividades como juegos infantiles, paellada popular, burro polo, orquestas y verbenas, fiesta de la espuma, cine de verano, entre otras cosas.